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DEJAR DE PENSAR
Dejar de pensar
Abrió la ventana y la noche llenó lentamente el cuarto con su propia espesura. Respiró, el aire era limpio, vegetal.
Un canon arbitrario.
Del silencio se desgaja un ruido derretido, como un motor de heladera en mal estado, moribundo. La maravilla de las máquinas es que funcionan.
No hay memoria, no hay recuerdo sólo capas de tierra acumuladas y un salvoconducto sin usar, a Suecia, creo. Y revistas quemadas.
Un silencio, pausa y aplausos. El motor se apaga. Fin.
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